Cuando piensas en Arnold Schwarzenegger, probablemente te vengan a la mente imágenes de él levantando pesas gigantes, soltando frases icónicas en películas de acción (¿he oído “volveré”?) o, ya sabes, como gobernador de California.
Lo que quizás no te imaginas es a Arnie en mallas de ballet, haciendo pliés y estiramientos. Pero sí, tal cual suena sucedió: Terminator se puso a hacer ballet. Y no es una broma del April’s fools day.
La cosa es que Arnold, con todos sus músculos y trofeos de Mr. Olympia en su época de culturista, decidió que necesitaba un poco más de elegancia de movimientos y flexibilidad en su vida. Eso de tener tanto músculo bloqueaba su movilidad y decidió atacar el problema de raíz.
¿Y qué mejor manera de conseguirlo que con clases de ballet? Aunque suene a broma, el hombre tenía un punto. Quería mejorar su postura y movimiento para dominar aún más el mundo del culturismo. Y, a juzgar por cómo le fue después, parece que no le salió nada mal la jugada.
Pero espera, que Arnold no está solo en esta mezcla de fuerza bruta y delicadeza artística.
Jean-Claude Van Damme (sí, el mismo de las patadas voladoras y splits imposibles), también se apuntó a ballet por un tiempo. El motivo era parecido: flexibilidad, control, gracia. Algo que si lo piensas bien no está nada mal tener cuando tu trabajo consiste en dar patadas giratorias a cámara lenta.
Lo curioso de todo esto es lo que nos enseña a salir de nuestra zona de confort.
Porque sí, es fácil encasillarse en lo que uno sabe hacer bien, pero explorar otras áreas, por muy ajenas que parezcan, puede darte habilidades y perspectivas que nunca imaginaste.
En resumen, la aventura de Arnold con el ballet nos dice algo importante: no hay que tener miedo de probar cosas nuevas, por raras que parezcan.
Quizás no acabes siendo el próximo Nureyev, pero eh, mejorar tu flexibilidad y control nunca está de más, ya sea en el gimnasio o en la vida. Además, ¿quién sabe? A lo mejor descubres una pasión oculta por las pirouettes (giros) y los escenarios. O no, pero al menos te reirás de ti mismo y saldrás de la rutina.
Así que ya sabes, si algún día te sientes estancado, recuerda a Arnold y sus clases de ballet. Al final, la vida es demasiado corta para no bailar un poco, aunque sea fuera de ritmo.