La danza clásica o también conocida comúnmente como ballet es la técnica de danza más antigua y la base en la formación de nuevos estilos.
El Rey Luis XIV, también conocido como el Rey Sol; fue el encargado de fundar la Real Academia de Música y Danza en París. Predecesora de la prestigiosa Ópera de París actual. Con la creación de esta institución se comienza a codificar la danza clásica y darle la categoría de arte manteniendo a la capital francesa como epicentro de la danza durante varias décadas.
El Ballet Romántico.
Es el primer estilo que perdura hasta nuestros días dentro del repertorio en las grandes compañías. Posee las mismas características que el romanticismo en el resto de las artes; seres irreales, amores imposibles y finales trágicos. Se inicia con María Taglioni interpretando el papel de la Gran Abadesa en la ópera “Roberto el Diablo” en el año 1831. Aparecen las zapatillas de punta y los tutús largos de tela semitransparente y blanca.
Un año después, en 1832; se estrena “La Sylphide”. Se considera que es el primer ballet romántico y sienta las bases de estilo para las creaciones posteriores. Un uso delicado de los brazos, protagonismo en los roles femeninos y la técnica de puntas para favorecer la calidad aérea de las bailarinas. El ballet más importante de esta época es “Giselle”, estrenado en 1841 con Carlota Grisi como estrella principal. El ruso Marius Petipa realizará una versión posterior que es la mejor conservada hoy en día.
El Ballet Imperial.
El público parisino se cansa de los repetitivos argumento del ballet romántico y la atención se traslada a Rusia. Nos situamos a mediados del Siglo XIX en San Petersburgo. Pedro el Grande inicia un proceso de europeización del país y junto con el apoyo de Catalina la Grande como mecenas invitan a profesores europeos a compartir sus enseñanzas con los artistas locales.
En uno de estos viajes, Marius Petipa; de origen marsellés decide instalarse allí y dará paso a un nuevo estilo, el Ballet Imperial Ruso. Las faldas se acortan, aparecen los tutús de plato y las producciones son grandilocuentes. la técnica clásica sigue evolucionando y ya podemos empezar a hablar de auténtico virtuosismo. Un ejemplo son los 32 fouettes que la bailarina principal debe ejecutar en el “Lago de los cisnes”. Este ballet es uno de los máximos exponentes de este nuevo estilo. Con música de Tchaikovsky forma una trilogía junto a “El Cascanueces” y “La Bella Durmiente”.
El Neoclásico.
Saltamos ahora a Estados Unidos y al siglo XX. Georges Balanchine, coreógrafo nacido en 1904 en San Peterburgo emigrará en 1935 a Nueva York fundando la hoy prestigiosa The School of American Ballet . Con él llega un nuevo estilo, la danza neoclásica. Aprovecha toda la técnica existente y la desarrolla al máximo. Despoja los ballets de grandes decorados y muchas veces de argumentos para centrarse en el placer del movimiento. Busca la belleza en movimiento y es muy notable el gran trabajo estético que desarrolla en los pas des deux, especialmente para las bailarinas.
Hoy en día, el repertorio de estos diferentes estilos permanece en activo en las grandes compañías internacionales. A nivel pedagógico, también se han ido desarrollado diferentes escuelas de enseñanza de la danza clásica. Las más comunes son la escuela rusa o método Vaganova, la escuela inglesa o Royal Academy of Dance que consta de una fusión de las escuelas rusa e italiana; y la escuela cubana fundada por Alicia Alonso, que destaca por el trabajo de la musicalidad.